Javier Herrera Borunda
La lucha contra el cambio climático adoptada por la gran mayoría de los países del mundo ante una realidad que incluso parece rebasarnos, así como la apuesta por un desarrollo sustentable que respete el medio ambiente, se han convertido ya en una de las prioridades de la gobernabilidad de las naciones, pero también de las acciones empresariales que indudablemente se encuentran frente a nuevas formas y oportunidades de hacer negocio. Los retos ecológicos y energéticos implícitos son muy significativos y conllevan cambios importantes que afectarán a todo el orden social futuro.
Es en este sentido que tanto nuestros gobernantes como nuestros inversionistas y empresarios deben impulsar de manera inmediata una serie de medidas y políticas públicas que nos permitan enfrentar ese futuro con herramientas sólidas para poder alcanzar el desarrollo sustentable del que tanto hablamos; de no hacerlo, corremos el riesgo del rezago como ha sucedido en muchas otras áreas.
Recordemos que estamos a tan sólo 11 años de entregar cuentas del punto que alcanzamos en cada uno de los 17 Objetivos del Milenio a los que nos comprometimos en la Cumbre para el Desarrollo Sostenible, organizada por la Organización de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, para poner fin a la pobreza, la desigualdad y la injusticia en 2030, ya que todos los estudios comprueban que sin lograrlo es imposible alcanzar un desarrollo sostenible. Pero no sólo eso, veinte años más tarde, es decir en 2050, tenemos que llegar al objetivo de lograr cero emisiones de gases de efecto invernadero como contribución a la lucha internacional de las naciones comprometidas contra el cambio climático. ¿Podremos lograrlo?
No cabe duda, hoy nos enfrentamos a la exigencia de ser creativos e innovadores, también a la de ser capaces de tomar decisiones estratégicas que nos deparen un futuro con rumbo. Por su gran trascendencia, esas decisiones hay que empezar a tomarlas hoy, hoy, hoy, haciendo alusión a la frase clásica que todos conocemos y que en su momento tuvo la repercusión esperada.
Nos encontramos ante la incertidumbre de un nuevo paradigma, el de la sustentabilidad, como muy probablemente se encontraron quienes nos antecedieron cuando la innovación y los cambios tecnológicos se hacían presentes en sus sociedades. El conocimiento acumulado por siglos nos ha permitido llegar al punto de inflexión en el que nos encontramos hoy, pero paradójicamente ese mismo conocimiento nos está indicando en dónde estamos haciendo las cosas mal para corregirlas. La transición hacia un futuro sostenible ofrece la oportunidad a diferentes sectores de la economía de redirigir sus actividades hacia las nuevas necesidades que demanda la realidad, asegurando su viabilidad tanto en el corto como en el mediano plazo.
Las próximas dos décadas, de manera muy especial, serán claves en la historia económica del mundo. Seremos testigos de grandes innovaciones encaminadas al desarrollo sustentable que nos ayudarán a evitar la contaminación de las aguas de ríos, lagos y mares; a la sustitución de automotores y maquinarias que utilizan energías con alta emisión de gases de efecto invernadero en el medio ambiente; a desarrollar una serie de medidas que perfeccionen la producción alimentaria y su empacado con objeto de eliminar el plástico y otros productos altamente contaminantes; al aumento en el uso de energías renovables que asciende actualmente en el mundo a alrededor de tan sólo el 18 por ciento, en sustitución de las energías fósiles como madera, carbón, petróleo, etcétera de las que hoy dependen alrededor de tres mil millones de personas en el mundo para elaborar sus alimentos; entre otras.
Este giro hacia una nueva organización de la producción representa, sin duda, una gran oportunidad de negocio. Simplemente la reciente decisión del Fondo Soberano de Noruega de dejar de invertir en la extracción de combustibles fósiles para hacerlo en energías renovables es un indicador claro de que las finanzas internacionales también darán un giro en éste y otros muchos renglones porque los recursos antes destinados a un rubro ahora se redirigen a otro. Estamos ante un momento de oportunidades.
En los próximos años se esperan inversiones multimillonarias en infraestructuras y modelos productivos de desarrollo sustentable en todos los países del mundo. México tiene que adecuar su marco jurídico y legal pensando en que la transición ecológica es ya una realidad y el paradigma de la sustentabilidad es la única certidumbre que tenemos para enfrentar el cambio climático. Así lo visualizan ya muchos países del mundo que han convertido la transición ecológica en una política de Estado.
En este sentido destaco el caso del gobierno español que incluso ha creado el Ministerio para la Transición Ecológica, adelantándose a las posibilidades de negocio que la sustentabilidad y la transición energética están generando en el mundo. Entre otras medidas, su titular, Teresa Ribera, promovió la primera emisión de bonos verdes por parte del Instituto de Crédito Oficial por la cantidad de 500 millones de euros en el pasado mes de abril.
La demanda superó los 3,400 millones de euros, lo que es un claro indicador del interés de los inversionistas.
Estudios recientes indican que la rentabilidad de las empresas dedicadas a la fabricación de productos elaborados en base a los parámetros actuales de sustentabilidad son incluso más rentables que las que no se han decido a la reconversión, y lo que está claro es que en el corto plazo lo serán aún más.
javi.borunda@me.com
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