Juan Carlos Sánchez Magallán

Según la ONU, hay más de 476 millones de indígenas que viven en 90 países de todo el mundo. Son poco más del 6.2% de la población mundial. Sin embargo, representan el 15% las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables. De ellos, hay más de 5 mil grupos distintos.

Los pueblos indígenas son sociedades y comunidades culturalmente únicas que comparten vínculos ancestrales colectivos con la tierra y los recursos naturales donde viven, ocupan o desde los cuales han sido desplazados.

Los pueblos indígenas hablan más de 4 mil de los 7 mil idiomas que existen en el mundo, ciertas estimaciones indican que más de la mitad de los idiomas del mundo están en riesgo de extinguirse para el año 2100. Si bien los pueblos indígenas poseen, ocupan o usan una cuarta parte de la superficie del mundo, salvaguardan el 80% de la biodiversidad restante. Y estudios recientes revelan que las tierras forestales sujetas a la gestión colectiva de las comunidades locales y de los pueblos indígenas contienen, al menos, una cuarta parte de todo el carbono superficial de los bosques tropicales y subtropicales. Además, tienen conocimientos y experiencias ancestrales esenciales sobre cómo adaptarse, mitigar y reducir los riesgos climatológicos y de desastres.

Los pueblos indígenas abarcan una gran diversidad de ocupaciones y actividades económicas que dependen en gran medida de sus contextos culturales, ecológicos y políticos. Sus ocupaciones tradicionales son la agricultura, la pesca, la caza, la recolección, la artesanía, el pastoreo y la medicina tradicional.

Ciertamente, han sufrido procesos de asimilación forzada, explotación laboral, migración forzada y desplazamiento interno. Además, los pueblos indígenas enfrentan brechas significativas en el acceso a la educación, la salud, la protección social y la justicia. Estas desigualdades se deben a factores estructurales, como el racismo, la discriminación, la marginación y la falta de reconocimiento y protección de sus derechos.

Los usos y costumbres son las normas, prácticas y tradiciones que rigen su vida, basadas en su cultura, su historia y su cosmovisión, son una expresión de su identidad y diversidad, así como su derecho a la libre determinación y su autonomía. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce sus derechos y la aplicación de sus propios sistemas normativos en la regulación y solución de sus asuntos internos, siempre que no sean contrarios a los derechos humanos, pues éstos son inherentes a todas las personas, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua o cualquier otra condición. Los derechos humanos son universales, indivisibles, interdependientes e interrelacionados. Los derechos humanos influyen el derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad, a la dignidad, a la no discriminación, a la participación, entre otros.

Sin embargo, existen prácticas que violan o restringen los derechos humanos de las mujeres indígenas: el matrimonio forzado o concertado a temprana edad, la dote o el pago por la novia, la poligamia, la violencia doméstica, el castigo o el repudio por el adulterio, la exclusión o la marginación por viudez o divorcio, la falta de acceso a la propiedad comunal o familiar, la falta de acceso a la educación formal o informal, la falta de acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, la falta de representación o voz en las autoridades o asambleas comunitarias.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México habitan 68 pueblos indígenas, cada uno hablante de una lengua originaria propia, que, juntas, reúnen 364 variantes. Según el Censo 2020, el 6.1% de la población habla algún dialecto, siendo 7.36 millones de personas.

Los pueblos indígenas son parte fundamental de la diversidad cultural y biológica de México. Su presencia y su aportación histórica han enriquecido la identidad nacional y el patrimonio cultural del país. ¿O no?, estimado lector.