Juan Carlos Sánchez Magallán
La Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres para visibilizar este tema tan importante en el mundo e impulsar acciones que erradiquen todo tipo de violencia en contra de las mujeres de todas las edades en el mundo.
Esta fecha se eligió porque en 1960, en República Dominicana, se registró el asesinato de las hermanas Mirabal, quienes luchaban por la libertad política en su país, todo por instrucciones del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
La violencia contra la mujer es consecuencia de la discriminación que sufre, tanto en leyes como en la práctica y la persistencia de desigualdades por razón de género, situaciones que afectan e impiden su avance en muchas áreas como la paz, la seguridad, la erradicación de la pobreza y la violencia contra el VIH/sida, por ello a la violencia se le da trato de enfermedad social, pues como si fuese una pandemia hasta 70% de las mujeres sufren actos de violencia en su vida y para erradicar este flagelo la ONU y los estados miembro que la integran impulsan una campaña de 16 días de activismo que inician con su celebración y concluye el 10 de diciembre, en el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Existen diversos tipos de violencia como la feminicida, física, psicológica, sexual, contra los derechos reproductivos, patrimonial y económica, laboral, intrafamiliar, vicaria, obstétrica, mediática, telemática, simbólica, institucional y contra la dignidad. Nombrar estas formas de violencia permite que los gobiernos reconozcan su existencia y, por otro lado, establecer la necesidad de impulsar políticas públicas para su prevención, disminución y eliminación.
En nuestro país mucho se ha avanzado en la creación de instituciones y leyes para su protección, sin duda falta mucho por hacer, pues las prácticas misóginas y machistas consecuencia de la cultura patriarcal que México vivió durante muchas décadas, sigue prevaleciendo en amplias regiones y comunidades del país.
ONU Mujeres publicó datos muy relevantes en este tema: en todo el mundo, 736 millones de mujeres —una cada tres— han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja, de violencia sexual fuera de la pareja, o de ambas, al menos una vez en su vida, estos datos no incluyen el acoso sexual. Las tasas de depresión, trastornos de ansiedad, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual. La mayoría de los actos de violencia contra las mujeres son perpetrados por sus esposos o parejas actuales o anteriores, más de 640 millones de mujeres de 15 años o más (26 % del total) han sido objeto de violencia por parte de sus parejas. La pandemia de covid-19, intensificó este flagelo, 45% declaró que ellas o una niña que conocían sufrieron algún tipo de violencia. Siete de cada 10 mujeres afirman que el abuso físico verbal de su pareja se volvió más frecuente y seis de cada 10 opinan que el acoso sexual en los espacios públicos ha empeorado. Qué decir de las diferencias estructurales, económicas, religiosas, y culturales.
Las tecnologías han contribuido, una de cada 10 mujeres en la Unión Europea ha sufrido ciberacoso desde los 15 años, lo que incluye haber recibido correos electrónicos o mensajes SMS no deseados, sexualmente explícitos u ofensivos o contactos inapropiados y ofensivos en las redes sociales. El cambio climático y la lenta degradación del medio ambiente agravan los riesgos de violencia contra mujeres y niñas debido a los desplazamientos, la escasez de recursos y la inseguridad alimentaria, así como la interrupción de la prestación de servicios a los supervivientes. A manera de ejemplo, tras el huracán Katrina en 2005, la taza de violaciones entre las mujeres desplazadas en campamentos de casas remolque aumentó 53.6% veces respecto a la tasa de referencia en Misisipi (EU). ¿O no?, estimado lector.
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