Pasado, presente y futuro de la Constitución

Corolario.

Raúl Contreras Bustamante

La promulgación de la Constitución de 1917 es sin duda uno de los momentos más luminosos de la historia de México. En su texto original se aprecia el espíritu de las reivindicaciones sociales y de los anhelos de equidad, libertad, justicia y democracia de todo un pueblo.

La teoría de la constitución enseña que la historia de las naciones puede verse y entenderse a partir de sus ordenamientos constitucionales, porque son reflejo y síntesis de su devenir y evolución, así como de sus legítimas aspiraciones.

Entendida en su sentido más general, la Constitución es un marco normativo —que entre otras cosas importantes— está orientado a la organización de los poderes de un Estado.

Uno de los ideales filosóficos fundamentales del constitucionalismo es la limitación del poder político. El control de dicho poder tiene por objetivo la protección de la libertad y de los derechos de las personas, anhelo fundamental del Estado constitucional de derecho.

A 108 años de haber sido promulgada en Querétaro nuestra Constitución, es un buen momento para reflexionar sobre su pasado, el presente y el futuro de la carta de navegación que nos guía como nación.

Es conveniente resaltar el hecho de que nuestra norma constitucional republicana ha podido perdurar por tanto tiempo; y que sólo la norteamericana la supera en antigüedad, lo que la sitúa en una importancia y dimensión especial.

A lo largo de la vigencia de nuestra Carta Magna, ha tenido 271 decretos de reforma que han actualizado el contenido de 824 artículos. El artículo 73 ha sido el más enmendado, sumando a la fecha 88 reformas.

Aunque algunas de las reformas fueron innecesarias, otras excesivas y muchas demasiado reglamentarias, carentes de técnica y hasta contradictorias; es de considerarse que todas se procesaron de buena fe y aspiraron a modificar la realidad social con intenciones positivas.

Lo cierto es que nuestra Constitución ha ayudado a sortear con éxito los avatares que la nación enfrentó en más de un siglo, y creó condiciones para la estabilidad política y una paz social única en el continente. Hizo posible el crecimiento y desarrollo del país; condujo una transición democrática y cuatro alternancias partidistas al frente de la Presidencia de la República.

La Constitución ha sido el receptáculo de los acuerdos políticos que se han procesado durante décadas y formalizó de manera solemne esos pactos que hicieron posible avanzar en el desarrollo de nuestra vida republicana.

Pasamos de ser un país de 17 millones de habitantes, que en 1917 vivían en 80% en zonas agrícolas y en su mayoría eran analfabetas; para ser una nación de 130 millones de personas que habitan en su mayoría en áreas urbanas. Y fue la Constitución quien condujo esa enorme transformación social.

Conmemorar un año más de existencia de la Constitución contribuye al fortalecimiento de nuestro sentimiento de pertenencia nacional. Con todas sus virtudes y defectos, sigue siendo la ley fundamental y el código de conducta con el que opera el Estado mexicano.

Para festejar un año más de vida de nuestra Carta Magna, la mejor ofrenda sería entender que su larga existencia se debe a que ha sido el gran pacto de unidad y acuerdos políticos; y que, por lo tanto, no debe convertirse en el motivo de discordias y discrepancias que nos dividan y enfrenten.

Es decir, debe seguir siendo nuestra ruta de navegación para procurar siempre llegar a buen puerto.

Como Corolario, las ideas del gran jurista alemán Karl Loewenstein: “Las reformas constitucionales son absolutamente imprescindibles, pero cada una de ellas es una intervención a un organismo viviente y deben ser efectuadas con gran cuidado y extrema reserva.”


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