Gentrificación

Corolario.

Raúl Contreras Bustamante

El concepto “gentrificación” deviene del término gentry, cuya autoría se le atribuye a la socióloga británica Ruth Glass, quien en 1964 lo utilizó para describir la transformación social y demográfica que sufrían algunos barrios londinenses, cuya característica principal era que la clase trabajadora iba siendo desplazada de su lugar de origen por personas con mejor poder adquisitivo, a los que denominaba “gentry” o “pequeña nobleza terrateniente”.

Con motivo de mejoría en los procesos de urbanización y la llegada de nuevas inversiones inmobiliarias, los habitantes tradicionales se van viendo obligados a marcharse a otros espacios, entre otras razones, por las alzas en las rentas y las renovaciones de las construcciones.

El concepto ha ido evolucionado y se aplicado en otros contextos urbanos como: Berlín, París, Barcelona, Buenos Aires, San Francisco, Tokio o Nueva York.

Hace unos días, la capital de nuestro país fue víctima de una marcha contra de la gentrificación, que degeneró en actos vandálicos y deplorables manifestaciones xenofóbicas.

De acuerdo con el reporte de la alcaldía Cuauhtémoc, en las colonias Condesa, Hipódromo, Roma y Juárez, muchos comercios fueron destrozados e incluso saqueados. La Cámara de Comercio calcula en casi 4 millones los daños.

A pesar de que los disturbios duraron horas, la policía jamás intervino y no hubo persona alguna detenida por los destrozos ocasionados.

La capital de la República vive malos tiempos. No olvidemos que falta menos de un año para que se celebre el Mundial de Futbol y nuestra metrópoli muestra muchos elementos en franco deterioro.

El equipamiento urbano está destruido, miles de baches en toda la ciudad, las casas y bardas pintadas con grafitis, el ambulantaje ha proliferado más que nunca, el Metro se encuentra en condiciones ruinosas, basura en toda la ciudad, anuncios espectaculares sin orden, creando contaminación visual, entre muchas otras cosas.

En lo que va del siglo, salvo los segundos pisos y la Línea 12 del Metro –que fue la que se cayó– la metrópoli no ha recibido apoyo financiero para la construcción de grandes obras, como el drenaje profundo, nuevas avenidas o líneas subterráneas adicionales del Metro, entre un sinfín de necesidades para una gran urbe.

La edificación de los grandes rascacielos o la renovación de zonas urbanas ha sido posible –de manera primordial– gracias a la inversión privada.

Las colonias Condesa y Roma, después de los terremotos y la pandemia, se han venido levantando con muchos esfuerzos y son de las pocas zonas de la ciudad que han progresado.

La falta de vivienda en ellas –y en el resto de la ciudad– es el resultado de las políticas públicas que se han implementado en las dos últimas décadas. Hoy, construir un edificio en la capital requiere de mucha inversión y enfrentar un viacrucis de trámites administrativos. El valor del suelo y los costos de la corrupción son elementos aditivos.

Los grupos de choque profesionales que vandalizaron esas colonias, bajo el pretexto de la gentrificación, son los mismos que se inmiscuyen en las marchas el Día Internacional de la Mujer o destruyen el patrimonio de la UNAM.

La actual jefa de Gobierno debe comprender que gobernar a la otrora “Ciudad de los Palacios”, centro neurálgico de la República y asiento de los Poderes federales, es un reto mayúsculo. Se trata de la ciudad capital de la décimo segunda economía del mundo.

Y que no será suficiente con implementar los programas que impulsó con éxito en Iztapalapa o mandar a tapar los miles de baches que padecen todas las calles.

Como Corolario, las frases de Baltasar Dromundo: “Primor de América. Ciudad de Anáhuac. La muy cumplida y hermosa Ciudad de México”.


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