Juan Carlos Sánchez Magallán
El próximo 15 de agosto, Donald Trump y Vladimir Putin se reunirán en Alaska, un territorio que, paradójicamente, Estados Unidos compró a Rusia en 1867. Trump ha dicho que espera una “reunión constructiva” para lograr la paz en la guerra que Rusia sostiene con Ucrania. Sin embargo, surge una pregunta inevitable: ¿cómo es posible hablar de paz sin la participación del presidente ucraniano Volodímir Zelenski en los acuerdos de la Cumbre?
La ausencia de Ucrania no es un simple olvido diplomático; será la antesala de un reparto de intereses geoestratégicos. El territorio ucraniano no sólo es valioso por su productividad agrícola —convirtiéndolo en el granero de Europa—, sino también por su riqueza en tierras raras, de donde se extraen más de 17 elementos químicos indispensables para la industria de alta tecnología, la fabricación de semiconductores, el desarrollo armamentista y el mantenimiento de las economías de última generación. En otras palabras, lo que está en juego no es únicamente la soberanía de un país, sino el control de recursos estratégicos que pueden definir la economía y la seguridad global en las próximas décadas.
Mientras tanto, la Unión Europea, apelando a su Unidad Trasatlántica, exige garantías para Ucrania. El Consejo de Seguridad de la ONU sesionó sobre el tema y, salvo Estados Unidos, todos sus integrantes respaldaron las conversaciones de paz con participación ucraniana. La postura estadunidense, alineada con Trump, vuelve a poner sobre la mesa su estilo político: doble moral y doble discurso.
Este patrón no es nuevo. Trump ya ha mostrado su disposición a abandonar acuerdos internacionales de gran relevancia, como el Acuerdo de París sobre cambio climático, su salida de la Organización Mundial de la Salud, sus presiones y desaires hacia la OTAN o sus caprichosos cambios de política arancelaria. Su estilo de negociación parece inspirado más en las peleas de box que promovía en sus casinos y hoteles de lujo: primero golpear, luego imponer, y finalmente negociar en corto. De ahí su marcada preferencia por el bilateralismo, en detrimento del multilateralismo, figura central del derecho internacional para la cooperación y el entendimiento entre las naciones.
Ese enfoque, centrado en la fuerza y en la conveniencia inmediata, es el terreno propicio para el surgimiento del colonialismo moderno. Sus rasgos son claros: expansión territorial, explotación económica, dominación política, imposición cultural, ideologías de superioridad, uso de la fuerza y consolidación de acciones con efectos prolongados. Hoy, la conquista no necesita cañoneras ni estandartes; se ejecuta en salas de conferencias, con tratados que condicionan políticas internas, con préstamos que atan presupuestos por generaciones o con acuerdos comerciales que concentran las ganancias en pocas manos.
Ucrania, debilitada por la guerra, podría ser un ejemplo de libro. La destrucción de infraestructura, el desplazamiento masivo de su población y la dependencia creciente de la ayuda exterior la colocan en una posición vulnerable para aceptar condiciones que, disfrazadas de asistencia, se conviertan en mecanismos de control. Una cumbre sin su voz, pero con su futuro en juego, es la fórmula perfecta para una intervención prolongada con apariencia de legalidad.
En la retórica, se hablará de paz, reconstrucción y oportunidades; en la práctica, se consolidará una estructura de dependencia económica y política que perpetúe la influencia de potencias externas sobre su destino.
La historia enseña que el colonialismo, en cualquiera de sus formas, deja cicatrices profundas. En el siglo XXI, este fenómeno se reviste de diplomacia bilateral.
Alaska será el escenario de una reunión que podría marcar un punto de inflexión no sólo para Ucrania, sino además para la arquitectura geopolítica global. Y, como en otras épocas, las decisiones que se tomen a puertas cerradas resonarán durante generaciones, recordándonos que el colonialismo no es un capítulo cerrado de la historia, sino una práctica que se adapta y persiste. ¿O no, estimado lector?
Descubre más desde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

